Existen más de 10.000 criptomonedas en el mundo y cada día nacen nuevas. La variedad es muy amplia y necesitan ser clasificadas en grupos por, al menos, una cualidad en común para poder orientar a los inversores y a los que recién incursionan en ellas a moverse en ese universo.
La propia creación de Bitcoin dio origen a la primera divisoria de aguas entre criptos: se denomina altcoins (por “alternativas”) a todas las criptos que no son bitcoin.
Los saltos en las cotizaciones de la criptomoneda creada por el enigmático Satoshi Nakamoto dio origen a la denominación de “stablecoins”, ejemplo de las cuales pueden ser Tether y TrueCoin, ambas respaldadas por el dólar estadounidense, que se gestaron para tratar de reducir la volatilidad de las monedas virtuales tradicionales.
El mundo de las clasificaciones no se acaba, sin embargo, con bitcoin, y las altcoin y las stablecoin.
La tendencia a la digitalización de las finanzas y la economía describe un universo más vasto donde es necesario interiorizarse sobre otra clasificación en la que, como en un juego de cajas chinas, una categoría envuelve a otra.
Es el caso de los tokens, entre cuyas diferentes especies están los criptoactivos que, a su vez, contienen dentro de sí a las criptomonedas, que son una clase especial de ellos.
Los tokens pueden entenderse como una ficha criptográfica que representa una unidad de valor dentro de una blockchain y que pueden adquirirse en ella con el fin de usarse luego para obtener bienes y servicios.
Un token puede ser usado, entre otras cosas, para otorgar un derecho, pagar por un trabajo realizado o por ejecutarse, ceder unos datos, o como un incentivo o puerta de entrada a servicios conexos o mejoras de funcionalidades.
Un criptoactivo, en tanto, es un tipo de token especial que es emitido y comercializado dentro de una plataforma blockchain.
Las criptomonedas, con toda su preponderancia, son sin embargo uno más de los distintos criptoactivos existentes.
La clasificación más usada del momento los divide en siete tipos de cripto activos, donde además de las criptomonedas están los denominados token de utilidad, que permiten a sus dueños tener acceso a diversos servicios que ofrece una plataforma que está basada en una cadena de bloques y se caracterizan porque, en teoría, no se crean como inversiones.
Existen, además, los llamados token de seguridad, que permiten pagar por bienes y servicios y en general aseguran retorno de inversión; token como activos, que básicamente representan el activo de digital de una organización.
Los token de acciones que, en tanto acciones digitales, representan la posesión de acciones en una compañía
Los token de recompensa, por su parte, son token emitidos en el contexto de un programa de fidelización y los token de dividendos, que son similares a los token de acciones pero en lugar de representar acciones propietarias representan un porcentaje de las ganancias de dicha organización.
Según Alejandro Carrano, director de Marketing de GreenBondMeter, más allá de las clasificaciones, la perspectiva de uso y funcionalidad de los token depende mucho de los usuarios, que son los que le dan la utilidad real al token.
“Por supuesto que las funcionalidades y usos de un criptoactivo vienen determinados en el diseño de la propuesta, pero el usuario le da la configuración final»
«Tomemos el caso de bitcoin, que fue pensada para descentralizar y democratizar las finanzas, pero hoy, en la práctica, sus niveles de cotización hacen que cada BTC cueste una fortuna, que es el resultado de la acción de la demanda y aquellos fines iniciales han quedado desdibujados”.
GreenBondMeter (GBM) es el consorcio global que, con sedes en Estonia y Uruguay que le da soporte a GBM coin, una cripto que se propone convertir a los inversores que la adquieran en socios de un emprendimiento que busca cuidar el planeta.
GBM tiene la esencia de un token de utilidad, ya que quienes lo poseen pueden acceder a productos o servicios dentro de una plataforma específica, donde, entre otras cosas, pueden adquirir también créditos de carbono y disponer gratuitamente de mapas satelitales para ver la evolución de los metros cuadrados que el inversor está protegiendo.
Sin embargo, nuestra cripto también tiene algo de criptomoneda, porque funciona como medio de acumulación de valor”, Alejandro Carrano.
“La preservo como acumulación de valor porque lo que estoy preservando es algo muy valioso y porque al poseerla tengo la posibilidad de comprar los bonos con precio preferencial y obtener un beneficio. Esa sería la parte, digamos, más monetaria de GBM”
GBM tiene, además, cualidades de reserva de valor y respaldo que la predisponen positivamente para la funcionalidad de staking, “aunque no es una funcionalidad que Greenbond Meter esté evaluando implementar en su ecosistema en el corto plazo”
Es una cripto como más apta para staking, es decir para mantenerla en una wallet con la finalidad de recibir ganancias o recompensa.
“Somos un token de utilidad y como criptos somos estables y anclados a algo físico y tangible, como son los metros cuadrados de tierra que se dejan de forestar a medida que, con cada adquisición de tierras que nos va permitiendo la capitalización, en ese terreno se deja de talar. Sin capital natural no hay capital. En Resumen, GBM además de utilidad, tiene respaldo”
Es, de esta manera, una especie particular de stablecoin ya que, además de que su condición de estable está inscripta en su diseño y objetivos, ata su estabilidad a lo que se denomina “capital natural”, es decir que su cotización se inflaciona a medida que ese capital natural, base de cualquier actividad económica, se va tornando más escaso por el recrudecimiento de la problemática ambiental.
Juan Nuñez, CEO de GreenBondMeter (GBM), explica que la performance de GBM está asociada, no solo a la reducción de la biosfera sino “fundamentalmente al deseo de querer remediar ese flagelo con instrumentos confiables”.