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Las prioridades políticas de la administración Trump son una incógnita.

Las prioridades políticas de la administración Trump son una incógnita.

 

Por el momento, las prioridades políticas de la administración Trump son una incógnita. Los planes para revocar “Obamacare” o para volver a des-regular el sector financiero americano, aunque sean dos opciones muy deseadas por los republicanos, son más sencillas de proclamar en campaña que de implementar. Alejarse de la globalización – el tema más recurrente de la campaña de Donald Trump – podría suponer una brecha en el partido Republicano debido a su Resistencia al proteccionismo. La bajada de impuestos y el gasto en infraestructuras, por otro lado, parecen una victoria sencilla y unificadora para la nueva administración. De hecho, la reacción de los mercados desde la victoria de Trump se intuye como expectativa de una vuelta a la política fiscal de Reagan, la rentabilidad de los bonos del gobierno ha aumentado, anticipando un mayor déficit , un crecimiento más rápido y un repunte de la inflación. Aún así cualquier parecido que puedan tener los planes de Trump con “Reaganomics” debe ser tan motivo de preocupación como lo puede ser de optimismo.

 

Propuestas Fiscales ¿vuelta al Reaganomics?

Las propuestas fiscales del nuevo presidente de EEUU son fácilmente las más intrépidas desde las de Reagan. El plan de Trump reducirá drásticamente el tipo marginal de los tramos altos del IRPF, reducirá el impuesto sobre los beneficios corporativos y sobre las ganancias de capital y eliminará por completo los impuestos federales por herencias y regalos. De acuerdo con un análisis hecho por el Tax Policy Centre, un “think-tank”, este plan reducirá anualmente los ingresos federales por impuestos aproximadamente un 4% del PIB. En contraste, en los primeros cuatro años después de la implementación de la reforma fiscal de 1981 los ingresos anuales se redujeron casi un 3% del PIB. Al mismo tiempo, Trump se muestra favorable a aumentar el gasto público, en su website habla de una inversión deseada en nuevas infraestructuras de 550 mil millones de dólares. Aunque la legislación que salga del Congreso sea más moderada, como todo parece indicar, una gran dosis de reducción de impuestos y nuevo gasto público parece estar en un horizonte muy lejano.

Los estímulos tendrán sus beneficios. Un aumento de la inflación supondrá un cambio más que bienvenido especialmente dada la perspectiva de deflación que rondaba últimamente a los países desarrollados. Algunos economistas reconocen que calentar la economía, hasta el punto que la demanda sobrepase el potencial productivo, podría alimentar el crecimiento en la capacidad económica estadounidense mediante, por ejemplo, la reincorporación de trabajadores en los márgenes del ciclo laboral. Aún así volver a pasar por un “Reagonomics” cabe esperar que haría más mal que bien. La experiencia de los 80 sugiere tres grandes motivos para preocuparse.

Motivos de preocupación por las políticas de la administración Trump

El primero es la inestabilidad financiera. Los tipos de interés en EEUU en los ochenta eran notablemente altos; gracias, en primer lugar a los esfuerzos de Paul Volcker por reducir la inflación, y posteriormente al rápido crecimiento de EEUU y al fuerte endeudamiento del gobierno. Los tipos de interés tan altos atrajeron a los inversores extranjeros, lo que provocó una subida en el valor del dólar. El dólar subió casi un 40% de 1980 a 1985. Como resultado, las economías en vías de desarrollo, incluyendo muchas en Latinoamérica, se encontraron con préstamos denominados en dólares incapaces de pagar.

Los problemas de deuda soberana están limitando las economías de los países afectados, mientras tanto, quiebras y reestructuraciones de deuda lastraron a los grandes bancos americanos con grandes perdidas, empujando a algunos al borde la insolvencia. A día de hoy, la mayoría de economías emergentes poseen bastante menos deuda denominada en dólares. Pese a todo, la vulnerabilidad se mantiene. La Reserva Federal ha preparado a los mercados para un camino gradual de ajuste monetario. Si un aumento de la inflación convence a la Fed que se necesitan más subidas de tipos de interés antes de tiempo, podría coger a varios inversores en mercados emergentes con la guardia baja. Una salida descontrolada de capital podría poner en peligro a los bancos más débiles o inducir a los gobiernos a adoptar controles de capital. EEUU, que eventualmente ha ayudado a gestionar la crisis de deuda de Latinoamérica, probablemente sea más lenta a la hora de tender la mano bajo el mandado de Trump.

 

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