El futuro puede ser diferente para el automóvil

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Por Anwar Zibaoui, Coordinador General en ASCAME

La industria del automóvil vive tiempos de incertidumbre agravados por la rápida expansión del COVID-19.

El mercado automovilístico internacional ya estaba saturado, las grandes empresas presionadas por los aranceles, las tensiones comerciales ya estaban comenzando a diversificar sus cadenas de suministro con el fin de reducir riesgos, y ya estaba en marcha la búsqueda de alternativas. Sin embargo, este es un proceso largo que lleva tiempo.

Los fabricantes quedaron seriamente afectados por la repentina caída de la demanda, el confinamiento de los clientes, el cierre de distribuidores, la obligación de reducir la fuerza laboral para proteger a los trabajadores y las dificultades en las cadenas de suministros globales. Y la gran incógnita es el comportamiento que presentará la demanda en los mercados objetivo.

Sin duda, es el sector industrial al que más duramente está afectando esta crisis sanitaria y económica. Un factor clave ha sido la rotura de su propio modelo de abastecimiento, ya que el 80% de la cadena de suministro de automóviles del mundo está conectada a China.

No obstante, el sector ha demostrado tener resistencia y potencial. La reactivación de las fábricas industriales es una buena señal y permite reconectar las cadenas de producción globales. El ecosistema automotriz de varios países mediterráneos puede posicionarse para aprovechar las oportunidades que ofrece la planificación continua de este sector y anticipar la recuperación.

En la región mediterránea, los datos previos al COVID-19 mostraban las buenas cifras del sector, especialmente en España, Turquía y Marruecos. España es el segundo país europeo fabricante, después de Alemania, y el primero del Mediterráneo.

El 83% de esta producción se exporta. Francia es el segundo fabricante de la región, seguido de Turquía y Marruecos, países que habían registrado un fuerte crecimiento con un 73% de la fabricación regional destinada a la exportación.

El sector tiene un impacto multiplicador a nivel económico y social por la creación de nuevas empresas, por la generación de empleo masivo y por la creación de estabilidad y riqueza, en una región con una alta tasa de paro juvenil que requiere 50 millones de nuevos empleos para el año 2025.

Durante décadas, la industria del automóvil ha ido tejiendo complejas cadenas de suministro a escala global basadas en la máxima eficiencia, en una rigurosa puntualidad y en el suministro de piezas just-in-time.

Debido a la pandemia, este procedimiento ha desencadenado un parón total en la producción de vehículos en Europa. Tal vez ha llegado el momento de regionalizar el sector y de apostar por la proximidad y la alianza entre las dos orillas del Mediterráneo, como la próxima frontera de crecimiento.

Los grandes fabricantes han invertido miles de millones en el Mediterráneo y África en los últimos años atraídos por las perspectivas de crecimiento que ya no ofrecen los mercados de automóvil más maduros.

Las ventas de autos nuevos en EE. UU., China y Europa están disminuyendo después de una década extraordinaria.

El nuevo grupo de fabricación de automóviles, destinado en gran medida a atender la demanda local y regional, podría convertirse en el modelo para que las empresas reconsideren sus cadenas de suministro globales a medida que aumentan las barreras comerciales en todo el mundo.

La industria del automóvil tiene sentido en una región mediterránea integrada. Europa tiene 500 millones de habitantes, la zona oriental del Mediterráneo otros 600 millones, y África subsahariana incluye 1.000 millones más. Integrar las tres zonas es la solución obvia. En comparación, la población de todo el continente americano (América del norte, central y sur), es de solamente 1.000 millones. ç

Otras ventajas de la región mediterránea son las energías baratas, la disponibilidad de materias primas, la mano de obra joven que puede ser formada en las habilidades requeridas y un gran mercado potencial de consumidores.

Es frecuente pensar que entre el norte y el sur del Mediterráneo existe competencia, pero esto es un equívoco. En un mundo globalizado hay que competir con otras regiones, especialmente con Asia. Por ello hay que cambiar la visión. Crear un hub mediterráneo para fabricar vehículos tiene enormes posibilidades, convirtiéndose en una plataforma regional que facilitaría la industria, el comercio y la logística a nivel mundial.

Todas las experiencias demuestran que la complementariedad norte-sur puede promocionar la región y hacerle jugar un papel protagonista en el panorama mundial del automóvil.

Es cuestión de tiempo reestructurar el sector, implementar mecanismos de apoyo y financiación adecuados, y lanzar el ecosistema mediterráneo empresarial.

La región mediterránea puede transformarse en un centro internacional para la fabricación y el ensamblaje desde el que acceder a África, Asia y Europa, e influir en los mercados mundiales. Es posible colocar la región en la escena mundial, atraer más inversiones e incentivar un sector que puede ampliar su capacidad para fabricar, exportar y crear empleos.

Hay que apostar por la eficiencia en las cadenas de suministro, desarrollar el coche eléctrico sostenible, y aprovechar las oportunidades y la experiencia para hacer frente a la competencia. La integración regional es el camino hacia la sostenibilidad y la supervivencia.

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