Esta propuesta del BCE ya era conocida por las personas más atentas, a la espera de la salida del euro digital. Y es un movimiento que se basa en no querer dañar a la banca. Con la creación de un euro digital, ¿por qué un usuario iba a querer tener depositados euros en una cuenta bancaria tradicional?
Ya sabemos que por parte de la Administración (comunitaria, en este caso), no existe un especial interés, o una especial fijación, por querer acabar del todo con el efectivo. En cierto modo, detrás de los reguladores hay personas, privadas, con ciertos intereses, privados también. Y nadie tiene un incentivo específico en querer tener bajo el control, con la retirada del efectivo, sobre lo que todos los poseedores de euro hagan con sus ahorros.
Así, el euro digital se ha dado en que ha de ser complemento eficaz del efectivo, pero no sustitutorio. El euro digital tiene que salvaguardar la privacidad de las personas, sin llegar al anonimato. Pero se ha querido optar por una decisión más descentralizada. Esto deja en fuera de juego a los bancos. Algunos incluso creen que puede ser un primer paso para que desaparezcan.
En abril se celebró un primer debate sobre las opciones en materia de privacidad. Hace poco se ha discutido el impacto del criptoeuro sobre el sistema bancario y en el uso de efectivo.
«El diseño de un euro digital debe evitar impactos negativos en la intermediación financiera y en la estabilidad», resalta el comisario de Asuntos Económicos, Paolo Gentiloni. «Un resultado claro de nuestra discusión fue que el euro digital sólo complementaría el uso de efectivo, no lo reemplazará», ha explicado el presidente del Eurogrupo, Paschal Donohoe.
El posible impacto de la CBDC europea en el sistema bancario es una de las cuestiones más preocupantes. «Estamos examinando cuidadosamente los riesgos para la transmisión de la política monetaria y para la estabilidad financiera que podría plantear la conversión de gran parte de los depósitos bancarios de la eurozona en euros digitales», admite el representante italiano en el directorio del BCE, Fabio Panetta.
«Los depósitos representan en la actualidad la principal fuente de financiación de los bancos de la eurozona. Si no está bien diseñado, un euro digital podría provocar la sustitución de una cantidad excesiva de estos depósitos», explica Panetta, que es el responsable de este proyecto en Fráncfort.
Entre las soluciones del BCE se encuentra el establecimiento de límites cuantitativos por persona a la tenencia de euros digitales. La otra alternativa consiste en fijar una remuneración desincentivadora por encima de un cierto umbral. Es decir, obligar al pago de un recargo cuando la cantidad supere determinado tope.
La privacidad en las transacciones es quizá la principal exigencia que plantean los usuarios en todas las consultas públicas realizadas sobre el euro digital. Sin embargo, el BCE sostiene que el anonimato total (como en los pagos en efectivo) no es una opción viable porque haría imposible controlar las cantidades en circulación y prevenir el blanqueo de dinero o la financiación del terrorismo.
Eso significa que los usuarios deberán identificarse cuando empiecen a usar el euro digital. Los intermediarios supervisados, que según el BCE son los candidatos naturales para distribuirlo, son también los mejor situados para gestionar este proceso de incorporación.
Además, el Eurogrupo apoya un enfoque basado en los riesgos para permitir una mayor privacidad en el caso de transacciones más pequeñas y menos peligrosas.
En este sentido, el BCE está estudiando la posibilidad de una funcionalidad offline para pagos de proximidad, en la que los saldos y las cuantías de las transacciones no serían conocidos por nadie más que por el usuario. Es decir, una «privacidad total» que, eso sí, sólo se permitiría para los pagos más pequeños, por ejemplo por debajo de 200 euros.