La nueva tendencia de jóvenes que buscan la privacidad, la identidad seudónima y la seguridad digital a través del anonimato digital
Millones de usuarios entregan a cada segundo sus datos personales, correos, contactos, rostros, iris, pulgares, contraseñas, ubicaciones, fotos y tantos otros datos a aplicaciones y compañías en línea.
Se estima que más de 2.000 millones de usuarios tienen descargado WhatsApp e Instagram, unos 1.200 millones. Entonces, podríamos preguntarnos:
¿Cuánta información tienen estas empresas de nosotros? ¿Y los bancos? ¿Es seguro que tengan tanta información nuestra? ¿Qué pasa si hay un hackeo o un empleado desleal?
Pero más allá de la seguridad, cada vez hay más personas conscientes de la importancia de preservar la privacidad. Conocidos como “anónimos digitales”, son aquellos -en su mayoría centennials y millennials- que eligen no tener redes sociales, o de usarlo lo hacen a través de seudónimos y avatares.
Cada vez más hay jóvenes nativos digitales -que si bien nacieron en la era en donde todo parece que se comparte en las redes- prefieren el anonimato, los seudónimos, o usan avatares, e incluso eligen cobrar en criptomonedas para estar “debajo del radar”. ¿Es posible estar fuera del sistema?
Incluso, en esta época en donde se normalizó el home office que posibilita trabajar para cualquier parte del mundo sin necesidad de presencia física, muchos nunca tuvieron contacto personal con sus empleadores, jefes o clientes. Y puede suceder que, en reuniones virtuales de Zoom o Google Meet, ni siquiera prenden sus cámaras con el objetivo de “preservarse”.
“Suele suceder mucho en el mundo del IT (tecnología), en el que son muy conscientes de la privacidad. Algunos hasta van más allá, y casi no usan cuentas bancarias, tarjetas de crédito, aplicaciones de pago y solo se manejan en efectivo para “no dejar rastros” en el sistema”, cuenta Ramiro Raposo VP de Growth de Bitwage -plataforma que este año cumple 10 años dando apoyo a los exportadores de servicios- cuyos usuarios utilizan sus prestaciones con el principal objetivo de recibir sus honorarios en criptomonedas.
Se trata de la «economía barrani» bautizado así por Carlos Maslatón -abogado y analista financiero con miles de seguidores en Twitter-, que hace referencia a aquellos negocios o transacciones que se hacen de manera no registrada, usando solo efectivo.
Es así como muchos reciben sus honorarios en criptomonedas en billeteras descentralizadas que luego cambian por efectivo en “cuevas criptos” o en el mercado conocido como P2P (persona a persona).
Descentralización y criptomonedas
Bitcoin ha sido noticia en las últimas semanas por su incremento en el precio, que a mediados de marzo pasado rompió un nuevo récord al superar su máximo histórico. Pero el precio no es lo único importante de bitcoin, y algunos destacan otras de sus características: Su valor de ofrecer privacidad y anonimato.
“Sin duda, uno de los grandes beneficios de la red de Bitcoin como otras criptomonedas descentralizadas, además de la seguridad, es la privacidad”, asegura Raposo de Bitwage, cuya primera criptomoneda más elegida por sus usuarios a nivel mundial (no así en Latam) es bitcoin, seguida por USDT.
“Vivimos en un mundo que pide a gritos un cambio en el sistema financiero global. Hoy en día más de 1.000 millones de adultos en el mundo tienen un teléfono inteligente pero no una cuenta bancaria»
«El acceso a monedas universales como bitcoin, a través de un celular, sin barreras burocráticas y con bajo costo de envío ya es posible. Cualquiera lo puede hacer sin tener que abrir una cuenta, sin rendir información a nadie, hasta se puede adquirir pagando en efectivo en una tienda”, explica Tania Lea, Directora de Azteco para América Latina, plataforma internacional que permite adquirir bitcoin en comercios simplemente pagando en efectivo desde 1 dólar.
Sin duda, año a año ganarán protagonismo los proyectos descentralizados entre los usuarios que ya hicieron el click por el anonimato, pero también entre los novatos. La seguridad y privacidad que ofrecen los productos non custodials (no custodiados por un organismo que lo centralice) serán el punto de inflexión para los usuarios frente a un escenario que plantea cada vez más regulaciones, controles y seguimiento de los movimientos de las personas.